martes, 21 de julio de 2015

Croquetas caseras fáciles

Qué me gusta la cocina de mi tierra, esos sabores que me recuerdan a mi niñez y que de alguna forma me gustaría que mi hija llegue a conocer a pesar de criarse en la distancia, con una cultura y unas costumbres que a veces difieren bastante de aquellas que sus padres conocemos bien. Y gracias a que no me disgusta la cocina, de vez en cuando intento recrear los sabores que evocan mis tiempos pasados, como ayer; que me dio por hacer croquetas.

Yo nunca he sido muy fan de hacer croquetas, otra cosa era comérmelas, de eso si que era -y soy- fan. Tampoco he aprendido nunca de nadie, ya que mi madre era prototipo de ese eslogan de las Malasmadres que dice "mi mamá no sabe hacer croquetas pero de noche me lleva a la luna". Sí, en mi infancia mi madre era más de contarme cuentos y quedarse conmigo hasta que me durmiera, en vez de hacerme croquetas o especialidades culinarias que llevasen demasiado tiempo en la cocina. Y es que mi madre siendo yo bien pequeñita también trabajaba en la calle, eso hace, como ya sabéis, que el tiempo en casa tenga que cundir el doble porque pasas menos del que, a veces, te gustaría. Entonces mi madre era especialista en pasta, me encantaba la boloñesa casera de mi madre. De aquella época no recuerdo mucho más de su cocina, pero cuando mi hermano nació entonces ya se quedó en casa a cuidarnos, en parte también porque empeoró de su enfermedad; y fue entonces cuando poco a poco, programa de Arguiñano tras programa de Arguiñano, mi madre se hizo toda una experta en la cocina. Pero igualmente no recuerdo si hacía croquetas.

Volviendo al tema de las croquetas de ayer, surgieron un poco de la nada. Más caseras imposibles, echándole un poco de imaginación, cogiendo las sobras del pescado de hace un par de días y añadiendo una cosita de aquí y otra de allá. Es que mi marido no es muy fan del pescado que tenga espinas, y me dejó un par de algo parecido a las acedías, ya fritas, para la muestra. Como si aquí el pescado lo regalaran... Entonces decidí hacer croquetas de pescado, pero las dos piezas juntas no eran suficiente para la masa; así que añadí unas gambas y unos palitos de cangrejo. ¿El resultado? Unas croquetas de concurso, además conseguí una textura cremosa y al liarlas me quedaron con aspecto homogéneo, tan bonitas que parecían compradas en la tienda. ¿Cómo hice para conseguirlo? Peppa Pig me echó un cable cuidando de la peque, porque aunque parezca trabajoso, hacer la masa es lo más rápido y en 15 minutos estaba lista. Para liarlas sí que tuve que recurrir a los recursos de papá para entretener a la niña. Cosas de padres.



INGREDIENTES para la masa de unas 26 croquetas:
2 piezas de pescado tipo acedías, ya fritas, sin espinas.
400 gramos de gambas
vino blanco
10 palitos de cangrejo
3 cucharas de harina de trigo
1 cebolla pequeña
8 cucharas de aceite de oliva virgen extra
2 huevos
pan rallado
leche
nuez moscada
sal

PASOS A SEGUIR
Lo primero que hice fue picar la cebolla muy fina y la puse en una sartén con el aceite de oliva a fuego medio para que fuese dorando. En otra sartén algo más pequeña, y al mismo tiempo, hice las gambas con un poco de vino blanco, ya que eran congeladas y así les añadía un toque de sabor. Una vez la cebolla estuvo dorada le añadí las tres cucharas de harina y mezclé todo, para que se impregnara de aceite, se fuera cocinando y la harina no quedase cruda; moviendo siempre con una espátula -en mi caso la usé de silicona, que son muy flexibles- para que no se quemara. 

Cuando la harina ya estaba dorada empecé a añadir la leche para hacer la salsa bechamel. No he detallado cantidad de leche porque sinceramente lo hice un poco a ojo. Removiendo poco a poco siempre en una misma dirección para evitar que se formen grumos, añadí la nuez moscada y una pizca de sal cuando la textura de la bechamel era más bien cremosa, no líquida. Luego troceé las gambas y los palitos de cangrejo, así como el pescado; que puede ser sustituido por cualquier otro tipo de pescado que os apetezca o tengáis en casa. Después lo añadí a la masa y mezclé todo cuidadosamente con la espátula. En caso de que en la sartén quede todavía un poquito de vino, se le puede añadir a la masa, ya que en el hervor habrá perdido el alcohol, pero le seguirá aportando sabor a la mezcla. 

Una vez estuvo todo en la sartén, reservé del fuego y dejé enfriar. Cuando pierde el calor, es importante dejar reposar la masa. Yo la tapé con film transparente y la dejé en el frigorífico hasta el día siguiente. No tenía pan rallado, así que fui a un par de tiendas a buscar pero no hubo manera de encontrarlo. ¿Qué hice? En mi caso cogí una bolsa de biscotes y metí unos cuantos en la picadora. El resultado fue un polvo de pan muy fino que me vino estupendo para dar forma a las croquetas. Si no tenéis biscotes ni pan rallado, siempre podéis tostar el pan vosotros mismos, con cuidado de que no se queme, y meterlo en la picadora.

Manos a la obra. Cogí una cuchara para ir tomando porciones de la masa y que más o menos todas llevaran la misma cantidad. Entonces, con las manos bien limpias y los anillos fuera (no quiere decir que antes no las tuviera limpias sino que lo estoy recalcando, ya que vamos a manipular la masa directamente con nuestra diestra y siniestra; pero asumo que todos antes de cocinar nos lavamos las manos ¿o no?) vamos dando forma a las porciones, pequeñas bolitas que luego achataremos para que tomen una forma algo más alargada, como de croqueta ;-) 

Al principio me dediqué a ir una por una pasándola por pan rallado, justo después de hacer la forma. Sin embargo, más o menos a la mitad del trabajo, decidí que sería más rápido hacerlas todas y apoyarlas mientras tanto en la zona que iba quedando vacía en la sartén, para después rebozarlas todas a la vez en pan. Una vez hechas, llegó el momento de pasarlas por huevo y de nuevo otra vez por pan. Esta vez el primer pan rallado se me había terminado así que volví a hacer lo propio con otras tostadas, pero en esta ocasión les di menos tiempo de triturado y quedaron trocitos de pan algo más grandes; de esta forma a la hora de freír las croquetas quedaron más crujientes. 

Cuando me puse a freír tuve en cuenta dos cosas: la primera que el aceite estuviera bien caliente para que la croqueta no fuera absorbiendo aceite y quedara poco crujiente, la segunda es que usé aceite de oliva virgen extra que les da un olor y un sabor muy ricos, para nada fuerte. Además de que este aceite aguanta mejor las altas temperaturas sin que afecte demasiado a sus propiedades. Una vez fritas las dejé reposar en un papel absorbente para restar los excesos de aceite, y cuando estuvieron listas para comer las devoramos. A la peque le encantaron, y a nosotros más. La pena es lo que se ensucia haciendo croquetas, lo que se tarda en hacerlas, y lo rápido que se van del plato, eso sí; las disfrutamos. 

¿Os atrevéis a hacerlas? ;-)



No hay comentarios:

Publicar un comentario