sábado, 22 de agosto de 2015

"Si quieres adaptar el ser madre a tu vida laboral, tendrás que reinventarte"



Tras varias semanas intentado cuadrar nuestras agendas de madres y trabajadoras, finalmente Diana y yo conseguimos quedar para tomar un café y charlar un rato. A las nueve de la mañana de un martes, ambas hacíamos entrada en el lugar escogido para el encuentro, así que no hubo esperas, ni pausas; solo una cálida sonrisa que, como las auténticas, llegó a tocar los ojos de nuestra invitada. Diana se licenció en Psicología Clínica en la Universidad de La Laguna (Tenerife), comenta que su vocación fue siempre aliviar el sufrimiento humano. Hace unos cuatro años que decidió emprender la aventura del emigrante junto a su pareja, hoy en día su marido. Si la buscamos en redes sociales encontraremos que su apellido es González, mientras que en su blog de psicología, Una psicóloga en Liverpool, ella misma se denomina Frias.



Diana, en un momento de nuestra conversación


-Diana, ¿tu apellido es González o Frias?
-Soy González Mendoza en España aunque aquí soy Diana Frias. No me gustaba la idea de cambiarme de apellido, pero lo hice para que mi hijo también se identificara conmigo, ya que entre Portugal -de donde es mi marido-, España e Inglaterra hay diferencias con la legislación respecto a ese tema. No tiene nada que ver con pretender perder mi linaje ni tomar el apellido de mi marido por considerarlo el más importante.

-¿Qué edad tiene tu hijo?
-Dos años y medio, se llama Paulo y es nuestro “pequeño inglesito”.  Ya es casi trilingüe puesto que con su padre habla portugués. Yo intento hablarle solo en español aunque uso muchas expresiones hechas en inglés. Cuando mi hijo nació íbamos a grupos de juegos aquí, y sin darme cuenta adquirí ese tipo de expresiones, ¿sabes esas cosas que se dicen amorosamente a un bebé? Mi marido siempre le habla en portugués y creo que gracias a nuestro esfuerzo diferencia las tres estructuras perfectamente.

-¿Desarrollas aquí tu profesión?
-Sí, trabajo principalmente con españoles y espero hecerlo pronto en ingles, mi habilitación está en proceso. Es mi gran reto. Para hacer terápia no solo necesitas hablar el idioma, necesitas conocer el color del idioma en el que hablas para trabajar con él en profundidad. Quedarme embarazada cambió mis planes, pensé incluso en desarrollar otra profesión. Pero mientras mi hijo crecía y compartía momentos con otras madres españolas me di cuenta de la necesidad que tenía la comunidad de españoles de acceder a un psicólogo con el que pudieran usar su propio idioma. Muchos de mis clientes entienden que en su lengua madre les es mucho más fácil pedir ayuda y recibirla. Así que me animé y puse en marcha el proyecto antes de lo que había planeado. Estoy encantada porque puedo dar salida a mi vocación y desarrollar mi profesión, con una disponibilidad muy flexible; que es justamente lo que necesito para criar y educar a mi hijo con la calidad que deseo.

-¿Echas de menos tu tierra?
-Muchísimo, el clima es lo que peor se lleva aquí, eso lo sabrás si eres del sur. A medida que ha ido pasando el tiempo, además de tomar vitamina D en comprimidos (risas) me he dado cuenta de que ya estoy algo más acostumbrada y me voy haciendo más al clima, disfrutándolo más. Antes estaba realmente dolida con esa parte de mí que no podía tomar sol y que no podía ver el mar, cuando todos los días de mi vida lo había hecho en Tenerife.

-¿Por qué elegistéis Liverpool para vivir?
-Mi marido llevaba dos años trabajando aquí de lunes a viernes y yo estaba en Madrid, a donde él venía cada fin de semana. Llegó un momento en el que decidimos que no podíamos estar así, llevando esta vida que no nos permitía asentarnos como pareja; y cuando él ya se volvía definitivamente a España le ofrecieron aquí un puesto de manera permanente, así que volvieron a cambiar nuestros planes. Allí la crisis estaba asentada y mis oportunidades no eran las esperadas, entonces decidimos tomar el cambio de rumbo que se nos presentaba y nos vinimos. No entraba en nuestros planes quedar “embarazados” en el primer mes, (risas) pero eso fue un cambio de curso no solo interesante, sino el mejor que nos ha ocurrido en la vida.

-¿Cuál es el perfil del paciente que encuentras con más frecuencia en tu consulta?
-Principalmente son mujeres ya que son las que más solicitan ayuda psicológica. Jóvenes, las nuevas generaciones son las más abiertas a usar la herramienta de la psicología para sacarle mayor partido a su vida. Cada vez la gente es más partidaria de buscar ayuda sin esperar a que su vida esté realmente derrumbada. Obviamente también vienen hombres y parejas; estar aquí supone grandes crisis en la historia personal de cada uno que inevitablemente afectarán a una vida en común. Hay algo muy interesante que comentan muchos en consulta y es que la mayoría de los españoles cuando llegan y eligen personas para relacionarse admiten “escoger menos”, o ser menos selectivos que si estuvieran en España. Parece que nos quedamos con lo que tenemos alrededor, y todo eso es ya una crisis en sí. En general, el emigrante se expone a muchísimos cambios, por lo que si ya traemos demasiado peso en la mochila nos cuestan trabajo encajarlos. Por eso vaciar la mochila de vez en cuando siempre viene bien.  

-¿En qué trabajan tus pacientes, son profesionales en su sector?
-Unos pocos sí trabajan en su sector, pero la gran mayoría trabajan en el sector servicios siendo muchos de estos profesionales cualificados en otras áreas. Pero no es tan fácil, ya sea por el handicap del idioma o porque son extranjeros, y quieras o no, hay muchísima gente que pone limitaciones a eso; o ya sea porque están en una vulnerabilidad emocional propiciada por estar desubicados.
Por otro lado, también hay muchísima gente que está bien adaptada, que está acostumbrada a los cambios, a viajar, y que encuentra esto como una aventura más que querían vivir, ellos quizás vengan por otros temas. Pero la gran mayoría de la gente que viene a la ciudad empujada por las condiciones laborales que padecemos en España se siente dañada psicológicamente. 

-¿Cuál es el problema predominante de las mujeres con hijos que acuden a tu consulta?
-El principal problema es la tristeza de tener lejos a los suyos. También consideran una oportunidad que sus hijos estén aquí, pero a la vez está siempre ese sentimiento de "estoy sola", sola tirando del carro de mis hijos. Aún a sabiendas de que no son las primeras mujeres que lo hacen, sienten que esta relalidad no encaja con la naturaleza de la familia. Lo natural no es criar a los hijos solas, encerradas en una casa. La humanidad ha evolucionado apoyándose en el grupo: las madres estaban juntas, los bebés estaban juntos, y todos se relacionaban. Meterte en un apartamento o en una casa, y sacar a tu hijo adelante sola, cuando tu familia está lejos, cuando no tienes a una madre para que se quede con él media hora mientras tú te das un baño...  es muy duro para nuestro cerebro y para nuestras emociones, porque no es “natural”. Se puede hacer, obviamente. Pero sienten que estarían mejor con esa red de familia o amigos cerca.

-¿Como afecta esa soledad a las madres expatriadas? 
-A veces muy mal. Hay algunos casos de depresiones post parto que están muy relacionadas con estar lejos de los suyos y sin apoyo. Ser un expatriado es como ser adolescente de nuevo descubriendo el mundo, porque ahora es otro mundo, con otras costumbres, otra naturaleza, otro idioma. No quiero decir que uno tenga que vivir siempre en el mismo sitio para estar bien, lo que quiero decir es que hay muchos retos que la gente asume obligatoriamente sin que tengan esa naturaleza aventurera para estar cómodos con ello. Si además se le suma el reto de ser madre... y ser madre por primera vez; que ya es uno de los mayores retos de la vida, una de las mayores adaptaciones que tiene que sufrir la mujer, la pareja, pero sobre todo la mujer. Son un cúmulo de cambios físicos y psicológicos importantes, cómo hacer frente además a los cambios del medio. Se puede, obviamente, tú y yo estamos aquí porque se puede. Pero de otra forma quizás hubiese sido menos duro. (Risas) 

-¿A qué nos agarramos para salir adelante en esas situaciones?
-Lo más frecuente es que de primeras construyamos una de red social de españoles, que quizás no es buena ni para aprender el idioma ni para adaptarse e integrarse en el medio, pero sí lo es para compartir sentimientos y opiniones. Viajar a menudo a España es otra herramienta, hay gente que, si pudiese dormir allí, cogería el avión todos los días para venir a trabajar. En cualquier caso lo que debemos buscar es el sentirnos bien sin dañar o faltar el respeto a los demás. 

-En contraposición a las tensiones internas que nos puede generar la soledad de criar a nuestros hijos en un país extraño, las madres que estamos aquí también ganamos algo ¿no?
-Claro que sí, muchísimo. Ganamos la fortaleza de vernos capaces. La alegría en muchas ocasiones de poder educar a nuestros hijos como nosotros queremos. (Risas) Es una oportinudad de empoderarnos como madres libres y seguras en esa relación más natural con nuestros hijos. Una madre en un país extraño es una madre luchadora, forzada a crecer muchísimo más que aquellas que reciben ayuda con todo.

-¿Crees que todas las madres nos tenemos que reinventar laboralmente?
-Posiblemente, para obtener una conciliación real y poder encajar una actividad laboral o hasta intelectual. La mujer hoy en día está integrada en el mundo laboral, cualificada incluso más que los hombres -es cuestión de estadísticas, se matriculan en la Universidad mayor número de mujeres que de hombres cada año- y además pesa sobre ella la carga familiar. La carga de los hijos, de manera natural, está en nosotras, y cuanto más pequeños sean éstos mayor es el tiempo y energías dedicadas a ellos. La realidad es que si quieres adaptar el ser madre a tu vida laboral tendrás que reinventarte, ya sea con menos horas, con otra actividad, o aparcando por un momento tu vida profesional y continuándola más tarde. Esa es una de las ventajas que tenemos estando aquí, en este país hay más posibilidades de conciliar que en España. Este país, en general, permite horarios flexibles, jornadas más adaptadas a las familias, permite llevar a tu hijo días sueltos a la guardería, sin necesidad de que vayan los cinco días de la semana durante todo el día. La mujer de hoy es más que una ama de casa. No digo más como si eso fuera ser mejor, mucho cuidado con eso; digo más porque hemos sumado actividades, no porque una madre que haya escogido quedarse en casa cuidando de sus hijos sea menos.

-Con esa suma de actividades ¿estamos más atadas o más liberadas?
-Es lo de siempre, es la historia de la mujer de hoy. ¡Nos han vendido la moto pero bien! Nos han dicho: sí, sí, podéis aportar muchísimo a la estructura económica, formaos, entrad, generad dinero y riquezas. Pero la asunción de las tareas de manera equitativa e igualitaria todavía no es una realidad, aún queriendo el hombre y la mujer modernos, hay tantos estereotipos y tantas costumbres detrás, tanta cultura, que todavía tenemos que estar sacudiéndonos las migajas de aquello. Es muy difícil conciliar para los dos, porque si la mujer tiene que hacerlo, el hombre también; si no, es imposible. En mi caso, si mi marido no llega a una determinada hora yo no puedo atender a mis clientes, si él tuviese un trabajo menos flexible yo no podría desarrollar mi actividad professional. Porque además de pasar tiempo en la guardería mi hijo necesita estar en casa y necesita de sus padres. Debemos conciliar todos para poder tener familia sana. 

-Muchas veces gracias a las guarderías podemos seguir desarrollando nuestras profesiones, pero ¿no crees que aquí el precio es un poco excesivo? (Alrededor de 42 libras al día, de 8 a 6, lo que se traduce en unos 60 euros diarios)
-Sí que son excesivas. El modelo de las guarderías continua siendo el de si tu bebé va a la guardería es porque ganas dinero trabajando, por eso dejas a tu hijo allí; o tienes tanto dinero que le puedes dejar allí aunque no estés trabajando. Lo cual es un error, porque puede ser que no tengas tantísimo dinero pero sí que te gustaría tener a tu hijo unas horas para que se socialice, para que escuche la lengua y se forme interactuando con los niños del país en el que se está criando. Si no es así, al final lo que tenemos es un bebé “extranjero” con nuestros miedos y nuestra falta de adaptación. Cuando mi hijo empezó en la guardería yo no trabajaba pero sí le llevaba un día en semana, unas horas, para que fuera integrándose en la cultura. Recuerdo que para mí fue como si se me rompiera una tripa. Fue demasiado doloroso para que ocurriese de manera brusca, como tiene que ocurrir a los cuatro meses en España, que es cuando se termina el periodo de maternidad, y los niños tienen que ir a la guardería durante un montón de horas, con un escaso o ningún periodo de adaptación. Eso no es bueno ni para el bebé ni para ti como madre, la vivencia de ese proceso tiene repercusiones psicológicas. El Estado español todavía no entiende la importancia de la salud de los niños y de la natalidad del país, Reino Unido apuesta más por esas políticas que hacen que un país crezca o no, mientras que en España se limitan a las nuevas generaciones para seguir con su vida natural.


-Hemos dicho que las madres expatriadas también ganamos creciendo como tal fuera de nuestro entorno, pero ¿qué ganan también nuestros hijos aparte del idioma?
-Pues ganan el idioma como hemos dicho, pero no solo uno, los que quieran; porque serán mentes preparadas para aprender idiomas. Ganan las riquezas culturales, la apreciación de las diferencias. Ganan un pensamiento plural que les abrirá puertas, que les hará ser personas más preparadas para la vida.

-¿Entonces socialmente están más preparados o también pueden tener problemas para adaptarse?
-Todo depende de nosotros. Por supuesto también de si nacen aquí, o de la edad con la que vengan. Pero los niños están felices si tu estás feliz, esa es la regla de oro y la que tenemos que recordar. Si tú estás adaptado y contento tu hijo lo estará, pero si no, tu hijo crecerá con ese sentimiento, entendiéndote a ti y siendo empático contigo; y eso le hará asumir esos sentimientos de infelicidad como propios. Por eso es importante que nosotros seamos felices, que las incomodidades de estar aquí puedan resolverse lo antes posible y no se las transmitamos. Ayuda, por ejemplo, que se trate de hablarlas con la pareja en privado.

-Un niño que viene hablando español ¿cuánto tarda en hacerse con el idioma y en adaptarse?
-Normalmente, antes de los 12 años la adquisición de otras lenguas es muy buena, a partir de ahí la plasticidad del cerebro es menor, la lengua está establecida y cuesta más trabajo aprender, obviamente se puede como lo hacemos los adultos, pero es más difícil. Así que cuanto antes expongamos a nuestros hijos al nuevo idioma, mejor. O esta es la teoría que se ha aceptado como cierta hasta el momento. Hoy hay algunos estudios que dicen que mientras que los niños se adaptan naturalmente a aprender cosas nuevas, los adultos aprovechan sus experiencias de vida para aprender. Por lo que, aprender un idioma no es necesariamente más difícil con la edad, simplemente se trata de usar herramientas diferentes. Obviamente los rasgos de personalidad siempre tienen que ver; a un niño tímido, al que le cueste más relacionarse y por ende adaptarse, habrá que hacerle ver las ventajas que tiene pasar un periodo de su vida inmerso en otra cultura, y la de cosas que puede ganar con la nueva experiencia. Y tampoco nos podemos echar la culpa de cómo son nuestros hijos, siempre hay una manera mejor de hacer lo que hicimos, pero eso no significa que no hayamos puesto todas nuestras intenciones en hacerlo lo mejor posible, eso es lo único válido. El sentimiento de culpa sí que es traicionero y sí que hace que hagamos las cosas mal.

-Los lectores no lo sabrán pero hay un grupo en Facebook de madres y padres de habla hispana de la ciudad y sus alrededores. ¿Crees que es una herramienta útil?
-Sí que lo es, pero depende de cómo se use. Cada madre, cada familia y cada situación es única, y en el corazón de cada padre está el hacerlo lo mejor posible. Aún así caemos en el error común de decir a otros padres cómo lo “deben” hacer .Y los momentos o espacios que deberían ser para compartir respetuosamente se convierten en espacios dedicados a  determinar qué o quién es mejor o peor. Reunirte con mamás y no conseguir empatizar es muy frustrante. Sin embargo, en muchas ocaciones logramos ahorrarnos comentarios que no ayudan a nadie y hacer comentarios constructivos. La cultura española es más un "mejor o peor" todo el rato que no sólo es agotador, sino también dañino. Por eso creo que el grupo es una buena herramienta que debe usarse más para empatizar con otras madres y compartir las cosas buenas, informaciones que nos pueden interesar a todas las familias, etc. Y tu blog. Claro, puede ser una oportunidad muy buena para que las mamás puedan expresarse. Sería maravilloso que encontrásemos ese apoyo dentro del grupo de las mamás.

-¿Cómo crees que puede afectar a una pareja el venir a otro país con costumbres diferentes, a veces desarrollar una profesión que no es para la que se han preparado, y en ocasiones con cargas familiares?
-Depende de todos esos condicionantes que has nombrado, también si tiene la posibilidad de ir y venir de vez en cuando o si desarrollan una red social importante que puede funcionar como amortiguador de las emociones negativas o frustraciones… Puedes crecer en esa crisis -entendida como un cambio en el medio al que tienes que adaptarte, no como algo negativo- o puede que sientas que la situación está ganándote la batalla. Si ocurre esto último, mi labor será ayudarte a crecer y sobreponerte a tu crisis.

-¿Cuando es aconsejable acudir a un profesional?
-Cuando crees que no eres capaz de hacerlo solo. Entonces es aconsejable que otra persona te ponga en diferentes perspectivas. Si tienes algún ápice de esperanza, tienes justo lo necesario para recuperarte. El profesional actúa para ayudar a que la experiencia sea lo menos traumática y más enriquecedora posible.

-Mi percepción es que hay mucha gente que consume sustancias aquí, ¿piensas que puede ser una vía de escape a sus problemas para la gente que llega?
-En Liverpool existe un fácil acceso a las drogas duras y me he encontrado con mucha gente que consume, pero la mayoría ya consumía en España. Liverpool, con el puerto, es una ciudad que mueve mucha droga y, peligrosamente, consumirla no supone un estigma; el verdadero problema es que la gente no entiende que eso afecta a su personalidad y a su vida. Hay gente que no se da cuenta de que no tiene ganas de levantarse por las mañanas porque fuma hachís todos los días, y no lo relacionan con ese malestar. Ese es el principal problema del consumo, que no se conoce y entiende de verdad todos los efectos que las drogas tienen en nuestra vida cotidiana.

-¿Crees que es falta de información?
-No, creo que es falta de conciencia de esa información. La gente consume los fines de semana, o cada vez que sale de marcha, o incluso sin salir, en el peor de los casos; y los efectos perduran en su sistema nervioso durante días. Son personas más irritantes e incómodas que andan chillándoles a los niños o en la carretera, y no se dan cuenta de que eso está relacionado con que consumieron cocaína en el fin de semana, hachís todas las noches... Eso afecta a la forma de ser, es porque no quieren verlo, porque la gente prefiere vivir en la inconsciencia y responsabilizar a los demás de lo que pasa en su vida, que siempre es más fácil. Animo siempre a dar el paso de comenzar a vivir una vida en conciencia plena, a disfrutarla y a vivirla realmente “a tope” y a ser valientes para recorrer el camino hacia el cambio.

-¿Qué consejos les darías a la gente que está a punto de hacer las maletas para salir de su país?
-Comienzo siempre diciendo que es muy importante tener una buena despedida. Nos da la oportunidad de vivir el duelo y de integrar las emociones y recuerdos con los que más queremos como parte del proceso vital. Abrirnos al cambio y a la experiencia de lo nuevo. Interesarnos por la cultura, por el lugar, por la naturaleza el nuevo sitio; y mezclarnos sin miedo con todo ello, construyendo un nuevo yo. Siempre mejorado, siempre más rico. Si lo asumimos con apertura el proceso será constructivo y nos aportará mucha felicidad, que es precisamente lo que hemos venido a buscar.

viernes, 24 de julio de 2015

Las once primeras veces más tiernas de un bebé

Las primeras veces que hacemos algo siempre suele ser una fecha que marcar en el calendario. Por eso, cuando se trata de un bebé, muchos padres quieren capturar cada detalle, cada momento, e inmortalizarlo; ya sea a base de instantáneas -y ahora con los dispositivos móviles más todavía; de hecho cuando nació mi hija admito que tomaba fotos de ella cada día y a cada momento-, a través de videos o simplemente dejando constancia anotándolo en el libro del bebé, si es que disponen de uno. Además, cada día parece estar más de moda regalar un libro de anotaciones de la vida de la criatura, y si no está de moda desde donde quiera que me leáis, que sepáis que aquí en Reino Unido sí :)

Hoy he seleccionado una serie de primeras veces que vivimos con nuestros hijos que en cierta forma nos marcan, y si no anotamos o inmortalizamos, seguro que quedarán grabadas en nuestra memoria.

1. La primera vez que se cruzan vuestras miradas. Creo que nadie dudará que puede ser uno de los momentos más emotivos en nuestras vidas como padres, cuando tan pequeñitos te miran a los ojos y comprendes que aunque está fuera de tu cuerpo sigue siendo parte de ti, se han llevado un trozo de tu ser que nunca será reemplazable.

2. El primer baño. A mi niña no la bañaron en el hospital, sino que lo hicimos nosotros en casa en un ambiente muy relajado e íntimo. Decían que lo retrasáramos cuanto pudiéramos ya que el uso de jabones (incluso los supuestamente pensados para bebés) pueden favorecer que aparezcan irritaciones en la piel, así que nosotros lo fuimos dejando y al final fue al tercer día de nacer. Pensaréis que vaya guarrada, pero la verdad que toda la película blanca que la rodeaba fue absorbida por su piel, cuando nos dieron el alta al día siguiente parecía que estaba limpia y tampoco olía a nada, solo a bebé. El mejor olor del mundo.

3. La primera sonrisa. En mi caso la primera vez que vi a mi hija enmarcar una sonrisa en su cara fue después de subirme la leche, cuando por fin se quedó más que saciada. Esa cara no la borraré de mi mente, era sinónimo de plenitud, parecía que no necesitaba nada más para ser feliz.

4. Ese momento en el que dice su primera palabra. Y resulta que nadie nos cree. Menos mal que hoy están los  móviles y es más fácil dejar constancia, aunque siguiendo la todopoderosa ley de Murphy, seguro que en el momento en el que empecemos a grabar nuestro bebé no dirá ni una palabra, o lo que es peor; se pondrá a llorar.

5. La primera vez que duermen durante toda la noche. Esta más que para anotarla es para llorar de emoción o hacer una fiesta, al menos en mi caso; que mi peque ya tiene dos años y todavía puedo contar con los dedos de las manos las veces que esto ha pasado.

6. Sus primeros pasos. Y esa cara de tontos que se nos queda al verles avanzar, para salir corriendo en ese momento, que siempre llega, de inestabilidad y batacazo. Pero es así como aprenden, y el hombre es el único animal capaz de caer dos veces en la misma piedra, y tres, y cuatro, y cinco...

7. El momento en el que asoma el primer diente, cuando ya debemos empezar a enseñarles el hábito de usar el cepillo y esa imagen de un bebé de alrededor de seis meses, con un minicepillo en la mano, mostrando un dientecito que ni se llega a ensuciar resulta poco menos que cómica. Padres del mundo saquen sus cámaras, sus hijos se reirán cuando sean mayores y a ustedes les quedará un bonito recuerdo.

8. Cuando intentan comer solos. Y todo lo que consiguen es ponerse perdidos, el suelo lleno de comida y por supuesto su sillita también. Pero nosotros tenemos material fotográfico para rato porque nos hace mucha gracia verles llenos de yogur, puré, o con toda la cara llena de chocolate cuando son algo más mayores.

9. La visita al peluquero. Las primeras veces que intenté cortarle el pelo a mi hija no tuve mucha suerte en que se dejara hacer, eso unido al hecho de que no soy peluquera y desconozco la mejor manera de proceder, supongo que hicieron que pronto me decidiera a dejar a mi niña en las manos de una profesional. Ese momento en el que la sientan en la silla frente al espejo y le colocan la capa fue bastante curioso, se quedó petrificada y se dejó hacer. Luego imitaba el sonido del secador, le hizo más gracia que escucharlo en casa. Lo llego a saber antes y no me lo pienso tanto.

10. Cuando se suben a un columpio por primera vez. Mi hija debía tener alrededor de un año y creo que hasta entonces nunca la había escuchado reír de esa manera. Una carcajada limpia e interminable que resonaba en mi cabeza, entonces me di cuenta de lo poco que hace falta para hacer feliz a un niño. Además, ahora con los columpios con cesta es más fácil para los más pequeños disfrutar de este columpio sin que a los padres nos de mucho dolor de cabeza pensando en si se caerán o no.

11. La primera vez que tratan de cantar una canción. Y tú te ves como una idiota intentando averiguar qué canción era con la ayuda de Internet, porque en las guardes ya te podían decir qué canciones han estado aprendiendo, así nos ahorraríamos labores de investigación muy duras, dignas de detectives tan famosos como el inspector Gadget. Pero es entonces cuando reparas en lo que ha crecido tu bebé, y te das cuenta de que está abandonando esa etapa tan tierna, preparándose para un millón más de primeras veces, y tú no te quieres perder ninguna.


Y para ti, ¿cuál fue la primera vez más tierna de tu bebé?

martes, 21 de julio de 2015

Croquetas caseras fáciles

Qué me gusta la cocina de mi tierra, esos sabores que me recuerdan a mi niñez y que de alguna forma me gustaría que mi hija llegue a conocer a pesar de criarse en la distancia, con una cultura y unas costumbres que a veces difieren bastante de aquellas que sus padres conocemos bien. Y gracias a que no me disgusta la cocina, de vez en cuando intento recrear los sabores que evocan mis tiempos pasados, como ayer; que me dio por hacer croquetas.

Yo nunca he sido muy fan de hacer croquetas, otra cosa era comérmelas, de eso si que era -y soy- fan. Tampoco he aprendido nunca de nadie, ya que mi madre era prototipo de ese eslogan de las Malasmadres que dice "mi mamá no sabe hacer croquetas pero de noche me lleva a la luna". Sí, en mi infancia mi madre era más de contarme cuentos y quedarse conmigo hasta que me durmiera, en vez de hacerme croquetas o especialidades culinarias que llevasen demasiado tiempo en la cocina. Y es que mi madre siendo yo bien pequeñita también trabajaba en la calle, eso hace, como ya sabéis, que el tiempo en casa tenga que cundir el doble porque pasas menos del que, a veces, te gustaría. Entonces mi madre era especialista en pasta, me encantaba la boloñesa casera de mi madre. De aquella época no recuerdo mucho más de su cocina, pero cuando mi hermano nació entonces ya se quedó en casa a cuidarnos, en parte también porque empeoró de su enfermedad; y fue entonces cuando poco a poco, programa de Arguiñano tras programa de Arguiñano, mi madre se hizo toda una experta en la cocina. Pero igualmente no recuerdo si hacía croquetas.

Volviendo al tema de las croquetas de ayer, surgieron un poco de la nada. Más caseras imposibles, echándole un poco de imaginación, cogiendo las sobras del pescado de hace un par de días y añadiendo una cosita de aquí y otra de allá. Es que mi marido no es muy fan del pescado que tenga espinas, y me dejó un par de algo parecido a las acedías, ya fritas, para la muestra. Como si aquí el pescado lo regalaran... Entonces decidí hacer croquetas de pescado, pero las dos piezas juntas no eran suficiente para la masa; así que añadí unas gambas y unos palitos de cangrejo. ¿El resultado? Unas croquetas de concurso, además conseguí una textura cremosa y al liarlas me quedaron con aspecto homogéneo, tan bonitas que parecían compradas en la tienda. ¿Cómo hice para conseguirlo? Peppa Pig me echó un cable cuidando de la peque, porque aunque parezca trabajoso, hacer la masa es lo más rápido y en 15 minutos estaba lista. Para liarlas sí que tuve que recurrir a los recursos de papá para entretener a la niña. Cosas de padres.



INGREDIENTES para la masa de unas 26 croquetas:
2 piezas de pescado tipo acedías, ya fritas, sin espinas.
400 gramos de gambas
vino blanco
10 palitos de cangrejo
3 cucharas de harina de trigo
1 cebolla pequeña
8 cucharas de aceite de oliva virgen extra
2 huevos
pan rallado
leche
nuez moscada
sal

PASOS A SEGUIR
Lo primero que hice fue picar la cebolla muy fina y la puse en una sartén con el aceite de oliva a fuego medio para que fuese dorando. En otra sartén algo más pequeña, y al mismo tiempo, hice las gambas con un poco de vino blanco, ya que eran congeladas y así les añadía un toque de sabor. Una vez la cebolla estuvo dorada le añadí las tres cucharas de harina y mezclé todo, para que se impregnara de aceite, se fuera cocinando y la harina no quedase cruda; moviendo siempre con una espátula -en mi caso la usé de silicona, que son muy flexibles- para que no se quemara. 

Cuando la harina ya estaba dorada empecé a añadir la leche para hacer la salsa bechamel. No he detallado cantidad de leche porque sinceramente lo hice un poco a ojo. Removiendo poco a poco siempre en una misma dirección para evitar que se formen grumos, añadí la nuez moscada y una pizca de sal cuando la textura de la bechamel era más bien cremosa, no líquida. Luego troceé las gambas y los palitos de cangrejo, así como el pescado; que puede ser sustituido por cualquier otro tipo de pescado que os apetezca o tengáis en casa. Después lo añadí a la masa y mezclé todo cuidadosamente con la espátula. En caso de que en la sartén quede todavía un poquito de vino, se le puede añadir a la masa, ya que en el hervor habrá perdido el alcohol, pero le seguirá aportando sabor a la mezcla. 

Una vez estuvo todo en la sartén, reservé del fuego y dejé enfriar. Cuando pierde el calor, es importante dejar reposar la masa. Yo la tapé con film transparente y la dejé en el frigorífico hasta el día siguiente. No tenía pan rallado, así que fui a un par de tiendas a buscar pero no hubo manera de encontrarlo. ¿Qué hice? En mi caso cogí una bolsa de biscotes y metí unos cuantos en la picadora. El resultado fue un polvo de pan muy fino que me vino estupendo para dar forma a las croquetas. Si no tenéis biscotes ni pan rallado, siempre podéis tostar el pan vosotros mismos, con cuidado de que no se queme, y meterlo en la picadora.

Manos a la obra. Cogí una cuchara para ir tomando porciones de la masa y que más o menos todas llevaran la misma cantidad. Entonces, con las manos bien limpias y los anillos fuera (no quiere decir que antes no las tuviera limpias sino que lo estoy recalcando, ya que vamos a manipular la masa directamente con nuestra diestra y siniestra; pero asumo que todos antes de cocinar nos lavamos las manos ¿o no?) vamos dando forma a las porciones, pequeñas bolitas que luego achataremos para que tomen una forma algo más alargada, como de croqueta ;-) 

Al principio me dediqué a ir una por una pasándola por pan rallado, justo después de hacer la forma. Sin embargo, más o menos a la mitad del trabajo, decidí que sería más rápido hacerlas todas y apoyarlas mientras tanto en la zona que iba quedando vacía en la sartén, para después rebozarlas todas a la vez en pan. Una vez hechas, llegó el momento de pasarlas por huevo y de nuevo otra vez por pan. Esta vez el primer pan rallado se me había terminado así que volví a hacer lo propio con otras tostadas, pero en esta ocasión les di menos tiempo de triturado y quedaron trocitos de pan algo más grandes; de esta forma a la hora de freír las croquetas quedaron más crujientes. 

Cuando me puse a freír tuve en cuenta dos cosas: la primera que el aceite estuviera bien caliente para que la croqueta no fuera absorbiendo aceite y quedara poco crujiente, la segunda es que usé aceite de oliva virgen extra que les da un olor y un sabor muy ricos, para nada fuerte. Además de que este aceite aguanta mejor las altas temperaturas sin que afecte demasiado a sus propiedades. Una vez fritas las dejé reposar en un papel absorbente para restar los excesos de aceite, y cuando estuvieron listas para comer las devoramos. A la peque le encantaron, y a nosotros más. La pena es lo que se ensucia haciendo croquetas, lo que se tarda en hacerlas, y lo rápido que se van del plato, eso sí; las disfrutamos. 

¿Os atrevéis a hacerlas? ;-)



jueves, 9 de julio de 2015

Días que no se olvidan




Hoy es un día especial... 

Dos años hace ya de la primera vez que te sostuve en brazos, tan húmeda, pegajosa y cálida, con esos ojos abiertos tan grandes y, para mi sorpresa, con esas lágrimas que rodaban por tus mejillas demostrando disconformidad con el hecho de que te hubieran empujado a salir al mundo. 

Dos años de la primera vez que nuestras miradas se cruzaron y comprendí que mi vida de repente había cambiado; ya no era sólo yo, sino tú conmigo. Has crecido mucho desde ese primer día en el que sin decir nada nos dijimos todo. Por fuera y por dentro vas abandonando el bebé que eras y te vas convirtiendo en una niña independiente, siempre despierta, sociable y cariñosa, aunque también con temperamento, no te lo voy a negar. 

Hoy cumples dos años, y nosotros contigo como padres, inmensamente felices de tenerte en nuestras vidas. Te aseguro que no cambio ninguna de las noches en vela, ni las ojeras, ni el cansancio, si eso significa que no estás junto a mi; porque a cambio también tengo tus abrazos y tus besos, tus miradas y tu risa, y el privilegio de verte crecer cada día. Eso no lo cambio por nada.  

Feliz cumpleaños mi niña.
Te quiere, mamá.

lunes, 22 de junio de 2015

Cinco motivos por los que volar en Ryanair con un bebé no es una mala idea


Cuenta atrás. En pocas horas estaremos volando rumbo a nuestra ciudad natal a pasar unos días entre familia y amigos. Todavía queda mucho por hacer: maleta, facturación online, imprimir billetes... Y aunque hace unos años no hubiera dicho lo mismo, estoy contenta de viajar con Ryanair. No, no me pagan por hacerles publicidad, ni siquiera me van a hacer un descuento en mi próxima reserva. Seguramente ni siquiera llegue a sus oídos que Mamá a la deriva les está haciendo un poquito de publicidad. Y es que en realidad el objetivo no es que reservéis vuestras próximas vacaciones con ellos, la finalidad de este artículo es señalar cómo han cambiado, afortunadamente a mejor, en sus servicios durante los últimos años, hasta diría meses.

Cuando hagamos el viaje de vuelta para mi hija será el último trayecto que haga con título de bebé en un avión. Hoy en día, después de haber probado varias compañías low cost puedo decir que para viajar con niños, desde mi experiencia, la mejor es Ryanair. Hubo un tiempo en el que prefería Easyjet, ya que te dejaban llevar el bolso fuera de la maleta y además las familias con niños tienen, todavía, prioridad de embarque y no hay motivo para aguantar la larga cola. Este último aspecto es el que echo en falta con Ryanair. Pero por lo demás no puedo tener queja.

1. Ya no hay que viajar con una maleta de mano y empujar el bolso a última hora dentro de ella, ahora podemos llevar nuestro bolso o mochila todo el tiempo con nosotros; y tendremos la identificación, el monedero y la tarjeta de embarque más a mano. Siempre que el bolso o mochila extra que tengamos no supere las dimensiones de 30x20x20 cm.

2. El bebé puede llevar su propia bolsa sin que supere los 5 kilos de peso. En las FAQ se habla de que el adulto puede subir a bordo esa bolsa además de su equipaje de mano y bolsa extra, mientras que el bebé no tiene equipaje de mano o facturado asociado, ya que no dispone de asiento. Que lo expliquen como quieran, pero para mí es equipaje de mano del bebé. Los primeros meses que volábamos con mi hija tenía que hacer un tetris en mi propia maleta de mano (no es que no lo siga haciendo, pero va un poquito más desahogada), ya que en ella tenían que entrar mis prendas y las de mi hija, por no hablar del neceser y los pañales, y una bolsa de "emergencia" que actuara como bolsa del bebé, en caso de que hubiera que usar el cambiador del avión, cosa que en nuestro primer vuelo con la peque pasó hasta cuatro veces. No sabemos por qué, pero ese día se le aflojó el muelle, y por aquel entonces Ryanair solo permitía una única maleta por adulto.

3. Además del carrito, como en la mayoría de las aerolíneas, Ryanair también permite que se viaje con dos artículos de bebé como la cuna de viaje y la silla del coche, que irán transportados en la bodega pero que no requieren de ningún coste adicional por parte del pasajero. Si se quiere llevar algún artículo más, habrá que pagar 10 euros si se solicita durante la reserva inicial online o 20 euros si se adquiere a través del aeropuerto o el centro de reservas.

4. El coste de viajar con un bebé ha disminuido recientemente, bajando de 30 a 20 euros por trayecto. Y sí, no hay mucha diferencia; pero menos da una piedra. Una vez que tienes familia, si no te salen billetes por las orejas, intentas tener presente la economía. Si te puedes ahorrar unos euros de aquí, eso que te puedes gastar luego allí... Así que Ryanair se perfila como la mejor opción, ya que siendo low cost tendrá que ser de las más baratas; pero en nuestras búsquedas de billetes y combinaciones para viajar a ver a la familia siempre, y repito siempre, esta compañía irlandesa es la que ofrece pasajes más económicos.

5. Aunque no tienen un servicio prioritario gratuito de embarque para familias, que estaría muy bien y con el que cuenta por ejemplo Easyjet, al menos desde hace un tiempo ya tienen asientos numerados y no es necesario aguardar en la cola de pie, dispuestos a participar en los "3.000 metros obstáculos". Lo cual viene estupendo, porque aunque hayas pagado por la prioridad de embarque, si esperas la cola con un bebé/niño con edad suficiente como para querer descubrir el mundo por sí mismo, comprobarás que es muy complicado quedarse en el mismo lugar hasta que la azafata de luz verde para embarcar. Como la última vez que aguardé la cola de Ryanair con mi hija que estaba cerca de cumplir un año, limpió el suelo del aeropuerto mientras se entretenía gateando tras una pelota.

Sé que muchas veces Ryanair ha podido sacar de quicio a los usuarios con tantas restricciones como aplicaban. Yo también me he sentido ansiosa antes de volar con ellos pensando en si perderé el DNI y la tarjeta de embarque llevándolos en la mano, si me dirán algo por la maleta, si las ruedas sobresaldrán de la medida que marca el casillero, si me encontraré una báscula para comprobar el peso del equipaje justo antes de embarcar y me pasaré diez gramos, etc, etc, etc. Pero tengo que reconocer que hoy en día voy mucho más tranquila viajando con ellos, aunque no descarto que también todo dependa del humor con el que llegue la tripulación ese día. Cuéntanos ¿Cuál ha sido tu experiencia con Ryanair? ¿Nos recomendarías alguna otra aerolínea low cost?